Karen Lamassonne viene de Roma

Sandro Romero Rey · Magazin Dominical de El Espectador · 5 minute read

La artista y ciudadana del mundo Karen Lamassonne ha regresado a su patria espiritual, con una nueva caja de sorpresas. Caja de Pandora que esconde una colección de objetos, pinturas, fotocopias a color, trabajos en fax, collages, fotografías. Todo es posible dentro de la agitada producción de esta trabajadora incansable del color y de las formas, de este inusitado personaje que ha vivido en Bogotá, Cali, Nueva York, París, San Francisco y ahora Roma, buscando lo que nunca se le había extraviado, es decir, su conciencia y su voluntad creativa.

Para todos los que han seguido con atención o con simple curiosidad el trabajo de Lamassonne, su nueva exposición en la Galería Belarca de Bogotá, representa un aliviado y polémico regreso a la dimensión poética dentro de su visión plástica del mundo. "Encuentros Rehechos", como se titula, no sin ironía, el conjunto del presente trabajo, consiste en el balance de un viaje interior dentro de un nuevo paisaje, un ahondamiento individual dentro de la delirante experiencia de vivir en Roma y tratar de sintetizar la imagen plural de una ciudad que, más que un lugar, se trata de un estado de la conciencia, un aparatoso bunker de los sueños culturales de Occidente.

Karen Lamassonne vive en Italia como los búhos en la noche: con los ojos muy abiertos, dispuesta a capturar todo lo que la desconcierte, con la capacidad de asombro intacta, con el deseo de embriagarse a toda costa, de ángeles y sexos, de acueductos y de naipes, de Bernini o Francesco Clemente. Porque su obra reciente está plagada de nuevos seres que nunca antes se habían paseado, ni por sus lienzos, ni por sus fotografías. Ahora somos testigos del vuelo de Venus sobre los rascacielos de Manhattan, de las reiteraciones púrpuras de un rostro sin ojos en los pasillos de Santa María Maggiore, de los delirios eróticos de un desnudo impecable sobre los teatros italianos. El trabajo de Karen se nutre de una especie de turismo espiritual, donde una simple envoltura de una fruta se convierte en un objeto dispuesto para la poesía.

Desde hace más de dos décadas, esta artista no ha vivido sino en función del engolosinamiento con las formas, de tomar del mundo sus imágenes más provocadoras y sugestivas, para poder transformarlas en mudos gritos de color y de salvaje erotismo. El escándalo no se ha hecho esperar y en algunas galerías han incluso descolgado sus obras por supuesta agresión a la moral. Incluso su grabado titulado "Sex-Libris" fue retirado de la edición de un libro, puesto que allí una pareja copulaba, abandonando la lectura. "Cogito ergo sum", transformado en "Coito ergo sum". Pero estos enfrentamientos con el orden establecido no fueron pensados ni calculados, sino que eran parte constitutiva de una obra que se nutre del lado oscuro de los objetos, que está por encima de la moral y de los gustos tradicionales.

Ahora, los resultados son distintos. Ya no hay baños ni lavamanos en la obra de Lamassonne. Ya las parejas no se entrelazan desesperadas sobre el paisaje caleño. Ahora hay un misterioso misticismo que se confunde con el placer. Hay un inquieto aprehendimiento de la iconografía clásica. Hay un erotismo reposado, contemplativo, mucho más contenido. Pero también están pedazos de calle, papeles desechables, sobres de cartas recibidas, conchitas de playas visitadas, pepitas catalanas, fragmentos de santos astillados. Estos "Encuentros Rehechos" son una colección de experiencias vividas o soñadas, comprobadas o anheladas, donde se confunde la reverencia con el humor, el respeto profundo con el sentimiento iconoclasta. Karen Lamassonne no sólo ha sido una habitante de muchos lugares del planeta. También ha sido fotógrafa, cantante de rock, directora artistica en una buena cantidad de películas, editora, realizadora de videos ("Secretos Delicados", "Ruido"), escenógrafa, y ahora, discreta reproductora de un nuevo universo que la fascina y que la trastorna. Estos nuevos objetos que tanto entusiasmo literario le produjeron al escritor Augusto Severio, son el balance de una nueva vida y la clara muestra de la obra de una artista que necesita de su trabajo para no enloquecer o para no morir de asfixia. Karen Lamassonne ya no se preocupa tanto por la técnica: la domina. Ya no tiene preocupaciones temáticas: tiene ocupaciones plásticas. Ya no busca: encuentra.

Además, otro de los elementos interesantes para el público, es la permanente alegría, el secreto jugueteo, el flujo lúcido que transpiran estas obras. Aquí la belleza no excluye el humor, el rigor no destierra el secreto ambiente de fiesta que Karen Lamassonne esconde en su trabajo.

Antes fueron los "Baños", luego siguieron los homenajes a pintores colombianos en 24 cuadros por segundo, después vinieron las fotos de amantes debajo de los muebles, más adelante serían las hermosas parejas sobre la ciudad de Cali, poco después vendrían los "Pegados Mortales", por último la inquietante "Miss en Scène".

Ahora, en agosto de 1993, Karen Lamassonne regresa a su patria chica con sus "Encuentros Rehechos": una demostración más de su talento y una corroboración de que la historia de Dorian Gray no sirve para metaforizar su vida. Por el contrario, ella y sus cuadros son cada día más jóvenes.

Sandro Romero Rey Magazin Dominical de El Espectador Bogotá, Colombia, 15 de agosto de 1993